A veces, de la herencia,
el tiempo nos reclama sucédaneos,
absorto todavía,
en toda la memoria que forjaron
nuestros antepasados.
La cocina no sabe
qué manos escribieron la receta,
ni como elaboraron mis abuelos
la empanada gallega,
amasando pasión, agua y harina.
Dentro de unos minutos,
el horno me dirá lo que dispone
la honda biografía de la historia
cuando sea el calor, ofrenda de mi plato,
ignorante del fuego que crepita
el son abrasador
que grita el carbón cuando es invierno.
Y quizá me sorprenda,
dejando en sus fragores el sabor
de otros amaneceres
que fueron de mi vida
el recinto del alma y su alimento.
Manuel M. Barcia
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