Desnudo frente a mí,
avanza el contorno de lujuria
que tu cuerpo me ofrece.
El placer de la escena
ordena lentamente
el caos del universo
que reclama librar mis ataduras.
Intuyo el resplandor de la belleza,
ardientes horizontes en lo astral,
el hambre de tu aliento,
el último estertor
cuando toda la sangre nos fluya en la entrega.
Estaré cuando llegues,
tal vez con la mirada algo turbia,
con las fuerzas quebradas,
vanidad y destino
unidos para honrar
la luz exuberante
que desprende tu llama cuando abrasa
y germina la niebla.
Manuel M. Barcia
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