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lunes, 17 de enero de 2011

HERIDAS DE AIRE



Había un alacrán sobre tu pecho.

Y fuiste el antídoto que calma
la fiebre y el dolor,
fermento indvertido de la sangre,
enviste pertinaz en mi aguijón,
caricia de mi afán en tus entrañas.

Volátiles recuerdos nos contemplan,
sabiendo lo que soy,

sin temer la tangente
que traman los epílogos de amor
cuando el aire penetra las heridas
y el celo cicatriza.


Manuel M. Barcia

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