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sábado, 12 de febrero de 2011

EN SOLES QUE NO HAY



Cesaba el delirio de la luz,
herencia del big bang en el exilio.

Eras la nebulosa refulgente
en soles que no hay.

Llovías en el eco de un suicida
con el chillo
de pájaros silentes.

Crispado en la herrumbre de mi piel
viajaba todavía
el tiempo inexistente de una diosa

y en tu vientre
la ausencia del deseo.


Manuel M. Barcia

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Cada día tu poesía me llena más, Manuel.

Un placer recorrer tus versos.

Un abrazo de meiga
Ana

Unknown dijo...

Gracias por llenar de luz la esperanza de mis sueños, meiga.

Un beso