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viernes, 12 de septiembre de 2008

MAREA

*
Desconozco el lado amargo del mundo,
duro y seco, que se mueve sin llanto,
con su inútil mercancía de viento
que nada siente si no sabe volar.

Como un ciego marinero que inventa
el rumbo en un espejo sin destino...

Seguiría en la mar a la deriva,
tan perdida y hermosa
como el tiempo que contempla el desvelo
en las ondas infinitas del sueño.

¿Qué importa una tregua en las aguas sordas?...

Sólo es un pacto en la ingenua batalla
frente al aire turbio de alas abiertas
que exhalan los suspiros del misterio

Son tiempos duros para saber de amor

Y sin embargo, la luz es tu forma,
apenas sólo cabe tu tamaño
en la más débil brisa

Ahora el paisaje se suspende al azar.
antes de ti, después del caos, esclavo
en las sombras fantasmales por doquier
que alivian la desazón de un isleño.

Y en oleadas que indultan las penas
se escucha en tu mirada
ecos que alientan todavía la fe

Son la prueba de que Dios aún existe

Es la marea que bebe mi alma
cuando el agua calla en una lágrima
al fluir de su cauce primigenio.




Manuel Martínez Barcia

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Existen señales difuminadas en las situaciones de la vida, Manuel. Este poema habla claramente de esas claras señales que indican que existe algo que no permite que un náufrago permanezca abandonado.

Me encantó leerte y ser parte de las señales.

Felicidades
Un beso en la marea luminosa, después del naufragio.
Ana

Unknown dijo...

Gracias por tender puentes de luz en mi pensamiento, Ana.

Un beso

Manuel