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domingo, 7 de septiembre de 2008

SECUENCIAS DE LLUVIA

*
I.


Pudo ser agua la gota en el tiempo,
y llegar aún más lejos
de lo que nunca podría imaginar

Fue al principio un sueño

Luego un paisaje en su mismo origen
mojado por la lluvia

Y la lluvia fue del mar
como sangre en la nieve,
que arde en el origen
de la nada fluyente
y en su seno amanece

Una lágrima de mar,
tomó del agua la sal
antes de ser herida
que naufraga en su herida,

y añora la corriente en que regresa
el goteo del agua a su memoria;

mientras siente la sed en la distancia,

aquella humedad que nunca se olvida
de otra existencia en el mundo inicial,

como la nostalgia que moja los pies
con caricias venidas de la lluvia.



II.


Dichoso el mar que abandona su seno
y acaricia la cima
de espuma adolescente

Entonces, sí. La sal era sencilla,
con los pies de agua y ojos de luz,
que de cielos inmóviles se adueña
y sus jardines de sol

Triste es la desnudez del grito de la sed
de la lluvia que llora
abrazada a su fría soledad

Se desangra la nieve
cuando el deseo se rinde al silencio
en los márgenes ignotos del querer

Y también mueren las olas más altas,
fascinadas por la furia desmedida
de su propia plenitud.



III.


No hay lugar para el juego de la lluvia
en las horas psicodélicas del mar

Se está quemando el agua,
y arde su memoria en la luz mojada
que tras la rebelión de los espejos
sucumbe en su espectro frío y ciego

Y no cesa de llover
en el caos de la demencia de la sal
esposada al furor del que se nutre
mientras fluye el espíritu de la sed

Gemidos bajo gotas de utopía
galopan a caballo de la espuma
que liberan la etnia de las olas
de su tan alucinógeno trance

Y sin música ácida en el alma
se asieron a las manos de la nieve
manantiales de humedad
que lavan las cenizas de la sangre

Y la tenaz insistencia del agua
sólo reclama las huellas desnudas
olvidadas en su propia orfandad.



IV.


Cede el agua mientras callan las sombras
en el himno a la emoción,
donde la luz se desmaya en su eco
y encienden los oasis sus fronteras

No hay ruido, no hay dolor
en el temblor del miedo a la soledad
del último latido que agoniza;

sólo soplos eternos
de suspiros en las gotas de la muerte
que pueblan vida y sangran el vientre
en el umbral de los signos vacíos
que sonríen al partir.



V.


Y después de las lluvias torrenciales,
en el mar que también tiene jardines,
se acentúa el aroma de la hierba
suspendida en las tibias moléculas
del agua que se esposa a su grandeza

Y en ella se respira
el aire de los sueños misteriosos
que se funden en vientos de sí mismos,

y evocan la presencia de fantasmas
que desvanecen en golpes de espuma
los gestos de la ira,

que ya no tiembla; se aclara, y muestra
la calma de los cielos inmóviles
y paz en el origen de la furia.





Manuel Martínez Barcia

2 comentarios:

Ana Muela Sopeña dijo...

Magnífico poema, Manuel. Has logrado un lirismo profundo y bello y unas imágenes súper conseguidas.

Me encantó disfrutar de tu palabra bajo la lluvia y dirigiéndome al mar.

Un beso inundado de lluvia

Ana

Unknown dijo...

Me encanta tu canto de sirena en la música eterna del mar, Ana.

Gracias por tu luminosas palabras.


Un beso de agua

Manuel