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Cuando tú eras el aire
en la sombra luminosa del fuego
y yo el agua que apagaba tu incendio,
ardían los elementos en vano.
Porque tras el silencio
cae la vida en el exilio del tiempo,
lo mismo que en el miedo resucitan
las alas de un niño que elige volar
en el brillo ciego de un tierno sueño.
Cuando grito hacia dentro
la nueva realidad de la agonía,
más allá de la furia del sonido
otra vida muere en mí.
Y renace la carne en la sustancia
que ata a la memoria,
ardiendo en su reflejo de tinieblas
los ecos aún calientes del deseo.
Si pudiera atrapar la fantasía
enlazaría tu alma a la mía,
sin nudos, tan sólo mi delirio y yo,
Llenando de tu amor el paraíso
con místicos informes.
Manuel Martínez Barcia
Olvido literal del tiempo
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Urgo en silencio
Y solo encuentro
Un atisbo de amor
En mis costados
Un grito de soledad
En mis manos
Ungido de ti
Olvidado de mi
En ...
Hace 7 horas
2 comentarios:
El delirio de la vida se impone cuando es algo difícil atrapar una realidad más armónica o feliz. Pero los sueños y delirios son los que dan forma a la vida. Sin sueños-delirios no podemos salir a la calle. La realidad nos aplastaría de un modo brutal. Por ello soñamos, para sostener la memoria de luz y proyectarnos hacia un futuro diferente. Un futuro donde podamos ser más humanos, integrando todas las edades: la infancia (que es el paraíso y por tanto la eternidad), la juventud (con su fuerza), la madurez (con su templanza) y la vejez (con su sabiduría). Desde que nacemos hasta que morimos estamos luchando entre la realidad y el sueño. También nos debatimos entre la realidad y el deseo. Y a veces triunfa una parte de la balanza. En otras ocasiones triunfa otra parte de la balanza. Pero siempre debemos sostener el sueño y el delirio.
Tu poema me hace pensar y me lleva por los territorios de la meditación. Me proyecta hacia mi mundo interior.
Te felicito
Un beso en el delirio de la noche
Ana
En la incertidumbe del deseo, nadie es dueño del tiempo.
El sueño y el delirio tiemblan juntos en perfecta armonía de equilibrio.
Gracias por llevar mis palabras a tu apasionante mundo interior, Ana.
Un beso que imagina el delirio.
Manuel
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