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El fútbol es deporte-asociación,
formalismo en la idea,
y once jornaleros con objeto común:
alojar una esfera por entre los tres palos.
Pero cuando un artista
es acto ritual de agitación
sin más identidad que su propio ingenio,
mi yo conceptual se desintegra...
Y algo metafísico recorre
espacios imposibles de materia.
Tiene cara de niño,
un cuerpo de gacela diminuta,
aspecto de anidar ninguna parte,
como un alma vagando con su pena
en tránsito a lugares sin destino.
De pronto abandona su impostura,
palpita el corazón de un semidiós
en su imagen furtiva.
Y dribla una y mil veces a legiones de sombras;
contrarios, compañeros y hasta él mismo
son juego de salón,
comparsas de espectáculo en la escena,
tal vez los invitados de excepción
de como se vulnera con la magia
la ley de gravedad,
la tesis de la inercia y su soporte
sin resistencia al fin.
Y mientras, Leo Messi,
es centro visual del body art.
Y un gol minimalista, me despierta
en la tele de un bar, anestesiado,
sin humo ni alcohol.
... ¿Será que no he nacido todavía?
Manuel M. Barcia