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Proyecto de la sombra de mí mismo
en la iluminación,
alfabeto de sueño,
la magia de la luz en un poema,
el verso en su alambique, serpentín,
el arte del espejo en mi cristal.
Pretendo transmutar en la palabra
lo esencial de mi alma.
Tan sólo quiero ser un alquimista,
buscar en laberintos del fonema
piedra filosofal.
Crear entre las sílabas de oro
mi propio abecedario,
metáforas en él,
la voz de un dios en mí más elevado.
Acallar lo grosero que mi ego palpita
cuando sales del viento me oscurecen
y ayuno en el silencio semióticas señales
de inútil vanidad.
Acaso las palabras se callen para mí.
¿Podré ser la visión de su albedrío?,
¿o libre cuando escriba otra vez?
Yo he visto su pulsión en transparencia,
el tinte de mi sangre en su interior,
el humo cuando el fuego nos fecunda,
y así, resplandeciente
la imagino,
mercurio en la esperanza,
comunión,
la zarza que arde en mí sin consumirse,
invisible atadura que me apresa,
lo eterno sin materia.
Manuel M. Barcia
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